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    Llueven pájaros   Llueven pájaros. Pájaros muertos con las alas rotas su dios los ha olvidado, agoniza el día, la noche ruge enloquecidos pájaros de enormes alas metálicas expulsan de sus vientres, cual parturientas anhelantes del mal,   engendros que retumban y caen sobre los árboles vacíos de nidos, tanto dolor deja la última batalla. Falsa última batalla porque vuelve y vuelve y vuelve en sangrientas espirales.   En algún lugar, briznas de hierbas salvadas por su ángel tutelar agradecen el rocío de la mañana que sucede al espanto.   De pronto, un ruido ominoso las atemoriza. Botas inclementes avanzan imparables sobre ellas. ─ ¿Dónde está nuestro ángel?   Se preguntan las briznas.   Crueles herramientas se hunden en la tierra matando a las inocentes briznas para enterrar minas   antipersonales.   Después, en algún momento de la inicua historia, terminó la guerra en una de sus intermitencias.           . Todas las briznas de hi
  El eterno retorno de las guerras         Katya finaliza su horario en la central nuclear de una ciudad europea del este que, milagrosamente, no ha sido bombardeada; todavía. Es joven, cuarenta años. Aún no ha logrado una pareja estable. Vive sola. Su carácter   es difícil. Tal vez influyen su formación científica y su trabajo, no ajeno al inminente peligro de la guerra nuclear que pende constantemente sobre el planeta como si los hombres buscaran un suicidio colectivo, hombres que, irónicamente, pertenecerían a una identidad llamada “civilización”. Es alta y delgada, de cabellos y ojos marrones, de rostro   agradable. Viste   jean descolorido y roto, calza zapatillas grises; sobre una camiseta blanca se abriga con una gruesa y amplia campera negra. Es noche cerrada de intenso frío. Las calles están desiertas. Sin iluminación para evitar ser blanco de ataques. Los edificios   que las bordean,   de una antigüedad   de tres siglos, tampoco ofrecen alguna luz delatora. Katya se dirig
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  Judit decapitando a Holofernes cuadro de Artemisia Gentileschi Las ideas juegan con las gotas de lluvia   Las cinco de la tarde. Desde mi habitación de confinamiento miro a través de la puerta vidriera caer  la lluvia silenciosa y otoñal sobre el jardín y la calle, ausente de personas.  Me distraigo porque  la observo, esperando que cada gota me dibuje una idea.  Sin embargo, comienzo a escribir el cuento para el taller de literatura. Tiene que iniciarse con el disparatado fragmento que pergeñé en clase  con  palabras que comiencen con la letra D: dócilmente Delia daba delicias diluidas en decilitros de delicados y diferentes dosajes de dulces dátiles, decantadas por décadas en diseñados dédalos decimonónicos. No sé cómo seguir. ¿Qué hago con los decilitros?   Al alcance de mi mano, sobre el escritorio, está  abandonado el libro de arte. Lo abro al azar. Aparece el cuadro de Artemisia Gentileschi “Judit matando a Holofernes”, borracho total por haber bebido innumerables
  La fotografía                               Hay sin duda algo misterioso e incomprensible en la manera en que a veces se disponen los desbocados caprichos de la imaginación…                                                                                                    Edgar Allan Poe, Un sueño,   Laura Campos se dispuso a realizar el trabajo encargado por la editorial en la que trabajaba: una serie de fotografías de la naturaleza, y con ellas hacer un collage que evocara paz, belleza y espiritualidad para la tapa de un libro de autoayuda. Se dirigió con el auto hacia el parque de las afueras de la ciudad. Un lugar apropiado por su exuberante vegetación. Era   día de semana. No habría casi gente. Las 10 de una mañana luminosa. Se adentró por uno de los angostos y sinuosos caminos de tierra, poco transitado, sombreado por las ramas de los grandes árboles de sus orillas. Como suponía, no había nadie. Podría trabajar con tranquilidad. Bajó del auto, comenzó a observar
  Microrrelatos   Troya Los griegos fabricaron un gran caballo de madera. Un grupo de élite se ocultó en la panza. Lo dejaron frente a las puertas de la muralla de Troya como obsequio. Simularon retirarse. Los troyanos dudaban. En el artilugio estaban cansados de esperar, amontonados e incómodos. Uno decidió fumar un   cigarrillo negro y fuerte de los que acostumbraba. Comenzaron a toser en forma incontrolable. Salieron medio ahogados. Huyeron hacia el campamento y subieron a los barcos. Troya se salvó.   Ajedrez Nadie jugaba al ajedrez con el científico, construyó entonces un autómata   con inteligencia artificial para que jugara con él. El robot ganaba siempre. Un día el científico hizo jaque mate. El engendro, furioso, lo estranguló.   Siglo XXI Los medios de comunicación están saturados de conferencias, seminarios, opiniones, cursos, sinopsis de libros, futurologías, nefastas predicciones, explicaciones filosóficas y técnicas acerca de la inteligencia artificial.
  Microficciones   Desacuerdo ¡Apártate!, grita la placa tectónica oceánica a la placa tectónica continental. Ninguna cede. Una de ellas se hunde bajo la otra. Mendoza tembló el 23 de junio de 2021 a las 20:20h. La boda Todos los medios de comunicación difundieron la noticia: el Sol se casaba con la Luna. No fue una buena idea. Discutían. No se ponían de acuerdo cuando le correspondía a cada uno hacerse ver. A ninguno de los dos le gustaba quedarse solo en el cielo. Se produjo una gran confusión en la Tierra. No se sabía cuando dormir ni cuando despertar. Tanto fue el desorden que se divorciaron para no arruinar el orden del Universo. Teoría política Nadie superó a Penélope en política comunicacional: veinte años con el relato del tejido. Todos se lo creyeron. Ironía Dios creó el mundo para que el hombre lo perfeccione Cuento El lobo acompaña a Caperucita a través del bosque. Se come al leñador que la observa, estaba en la trata.      
  La silla   Es una silla común, de madera, cuatro patas, respaldo, asiento de esterilla un poco hundido. Tendría que poner un almohadón. No me levantaré a buscarlo. No lo haré. Mi silla es mi lugar en el mundo. Hace días que estoy sentado en ella. Tiraron un sobre por debajo de la puerta. Seguro, es el aviso de despido. No lo recogeré. Abulia, apatía y desgano en un vacío oscuro, tenebroso, sin límites. Mi vida siempre a la deriva. Ya no como, no limpio. Ya no leo a Borges. El libro quedó abandonado sobre la mesa. El polvo va cubriendo todo. Tic, tic, tic, escucho la gota de agua   caer sobre una cuchara en la pileta de la cocina. No me levantaré a cerrar la canilla. Pienso que en algún momento me levantaré para ir al baño, acostarme en la bañera y abrirme las venas con la cuchilla de afeitar que hace tiempo tengo guardada, porque ya no me afeito. Quiero dejar de respirar. Pero pienso que la silla quedará sola. Nadie se sentará en ella. ¿Cómo la voy a dejar sola?