La silla
Es una silla común, de madera, cuatro
patas, respaldo, asiento de esterilla un poco hundido. Tendría que poner un
almohadón. No me levantaré a buscarlo. No lo haré. Mi silla es mi lugar en el
mundo. Hace días que estoy sentado en ella. Tiraron un sobre por debajo de la
puerta. Seguro, es el aviso de despido. No lo recogeré. Abulia, apatía y
desgano en un vacío oscuro, tenebroso, sin límites. Mi vida siempre a la
deriva. Ya no como, no limpio. Ya no leo a Borges. El libro quedó abandonado
sobre la mesa. El polvo va cubriendo todo. Tic, tic, tic, escucho la gota de
agua caer sobre una cuchara en la pileta
de la cocina. No me levantaré a cerrar la canilla. Pienso que en algún momento
me levantaré para ir al baño, acostarme en la bañera y abrirme las venas con la
cuchilla de afeitar que hace tiempo tengo guardada, porque ya no me afeito.
Quiero dejar de respirar.
Pero
pienso que la silla quedará sola. Nadie se sentará en ella.
¿Cómo la voy a dejar sola?
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