La
fotografía
Hay sin duda algo
misterioso e incomprensible en la manera en que a veces se disponen los
desbocados caprichos de la imaginación…
Edgar Allan Poe, Un sueño,
Laura Campos se dispuso a realizar el
trabajo encargado por la editorial en la que trabajaba: una serie de
fotografías de la naturaleza, y con ellas hacer un collage que evocara paz,
belleza y espiritualidad para la tapa de un libro de autoayuda.
Se dirigió con el auto hacia el parque
de las afueras de la ciudad. Un lugar apropiado por su exuberante vegetación.
Era día de semana. No habría casi gente.
Las 10 de una mañana luminosa.
Se adentró por uno de los angostos y
sinuosos caminos de tierra, poco transitado, sombreado por las ramas de los
grandes árboles de sus orillas. Como suponía, no había nadie. Podría trabajar
con tranquilidad.
Bajó del auto, comenzó a observar el
entorno y a enfocar la máquina. Eligió un gran arbusto con numerosísimas flores
de vivos colores. Consideró que se adaptaba a lo requerido por sí solo.
Volvió a su casa. Después de
almorzar fue al laboratorio para
revelar la foto.
Tanto le gustó que decidió ampliarla.
Entonces vio algo extraño detrás del arbusto. La amplió todavía más, hasta
ocupar toda la pared. En la semioscuridad del follaje se vislumbraba una
sombra. Esto le trajo a la memoria el cuento cortaciano y sus indicios en una
ya lejana película. Se repetía el hecho de ver algo que en el tamaño normal de
la fotografía no se vería. Laura estaba segura de que no había nadie en esa
zona cuando la fotografió.
Intrigada, volvió al parque. Anochecía.
Como pudo, arañándose, penetró a través
del arbusto. Encontró un lugar despejado. Iluminó con la linterna del celular.
El pasto había sido aplastado hacía poco como si una o más personas, o
animales, hubieran caminado sobre él.
Al día siguiente volvió al atardecer y
fotografió nuevamente el arbusto de flores. Al ampliar la foto notó varias
sombras en actitud de moverse en el espacio despejado. La frondosa
vegetación que lo rodeaba impedía ver
con claridad.
Fue inmediatamente al lugar y fotografió
el arbusto. Esta vez la foto no mostró nada.
Se preguntaba si sería efecto de su
imaginación.
Insistió. Fue decidida a desvelar el misterio.
La editorial no recibió la fotografía de
Laura Campos. La necesitaba urgente. El libro estaba en la imprenta y en pocos
días sería la presentación en el auditorio de la biblioteca municipal. La fotógrafa no contestaba las
llamadas de WhatsApp. Ante la apremiante situación se contrató a Patricia
Sánchez, que, casualmente, llegó al mismo llamativo arbusto de flores, lo fotografió. Amplió luego la foto
para observarla mejor, y vio claramente, enredada en las ramas detrás de la planta, una figura caída, tal
vez humana. Sin embargo la acercó a la
editorial por la urgencia del trabajo.
Inmediatamente dio aviso a la policía.
Era una mujer joven, arrodillada, las manos atadas a la espalda, un tiro en la
nuca. Un crimen mafioso. Al lado, una máquina fotográfica profesional, sin el rollo. Pudo constatarse, por los documentos
no sustraídos, que era Laura Campos.
Al mismo tiempo la directora de la
editorial recibía por teléfono una amenaza de muerte si presentaba el libro
con fotografías de un arbusto con flores
de un determinado lugar,
Los servicios de inteligencia estaban
investigando actividades de terrorismo.
Dentro de tres días sería 11 de septiembre. Se sospechaba que una célula había
llegado al país. Se reforzó la custodia de un lugar estratégico, posible blanco
de atentado. Era imperioso encontrar el lugar secreto de reunión. No sabían que
una fotógrafa lo había encontrado.
Era tarde. Los terroristas estaban ya en
la Triple Frontera.
Voy a tomar fotografías con más cuidado.
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