Llueven pájaros

 

Llueven pájaros.

Pájaros muertos con las alas rotas

su dios los ha olvidado,

agoniza el día,

la noche ruge

enloquecidos pájaros de enormes alas metálicas expulsan de sus vientres,

cual parturientas anhelantes del mal,

 engendros que retumban y caen sobre los árboles vacíos de nidos,

tanto dolor deja la última batalla.

Falsa última batalla

porque vuelve y vuelve y vuelve en sangrientas espirales.

 

En algún lugar,

briznas de hierbas salvadas por su ángel tutelar agradecen el rocío

de la mañana que sucede al espanto.

 

De pronto, un ruido ominoso las atemoriza.

Botas inclementes avanzan imparables sobre ellas.

─ ¿Dónde está nuestro ángel?  Se preguntan las briznas.

 

Crueles herramientas se hunden en la tierra matando a las inocentes briznas para enterrar minas  antipersonales.

 

Después, en algún momento de la inicua historia,

terminó la guerra en una de sus intermitencias.

          .

Todas las briznas de hierbas han muerto.

Las minas han quedado.

Es necesario anularlas.

Niños y ancianos son obligados a caminar por el campo.

Cuerpos mutilados en lugar de briznas de hierbas cubren la tierra.

El ángel llora.

Susurra: crece, crece.

Pero ya no existe ninguna brizna que lo escuche.

Ninguna que  pueda crecer.

 

El grito del Gólgota se escucha por toda la tierra.

¡Padre, por qué nos has abandonado!

 

 

                                                                                                                 

 

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