Sin espejos


El grupo de turistas salió exultante después del desayuno en el HOTEL RODAS cinco estrellas, cercano a la playa de una ciudad recóndita promocionada por las agencias de turismo como el lugar más hermoso del mundo y todavía desconocido que usted no tiene que dejar de visitar antes de morir. El bus lo estaba esperando. Lo conformaba unas veinte personas de edades entre 20 y 50 años de distintas nacionalidades, bellas, saludables, elegantes en su vestimenta sport casual. Las pieles bronceadas brillaban al sol recién nacido de un día espléndido. Estaba programada la visita a un lugar exótico del cual no sabían detalles porque era una sorpresa. Todos estaban curiosos y expectantes. Todos habían pagado sin dudar la entrada, 100 dólares. Subieron entre risas y bromas acerca del o de los misterios que encontrarían. Se ubicaron según los subgrupos formados durante la alegre convivencia en el hotel, comunicándose en un inglés macarrónico. El conductor puso Maybe, por Janis Joplin. Lo felicitaron por la elección. El viaje duró más de una hora. Llegaron a un lugar desértico, inhóspito, muy distinto al vergel que rodeaba al hotel. Solo se veían unos esqueletos de árboles cuyas ramas secas y retorcidas clamaban al cielo por agua. Bajaron y se encontraron ante una construcción de piedra cerrada con rejas, encima de las cuales se leía: ZOOLÓGICO DE LOS FEOS. Detrás de las rejas unos seres de rostros monstruosos. El guía les explicó, no utilizó la palabra persona, que eran los que habían nacido así por problemas del genoma o vaya a saber usted porqué, y aquí se los deposita y mantiene como una curiosidad en el itinerario turístico de la región. Que ellos no tienen idea de su fealdad, de su “anormalidad”, que no tienen espejos, que el cuidador es un Frankenstein redivivo. Eso les dijo. Los turistas se acercaron para observarlos. Los feos, al verlos, rieron estrepitosamente abriendo sus horribles bocas, porque para ellos los que bajaron del bus eran los feos. El grupo en silencio subió al bus. Se escuchaba “La muerte y la doncella”, y trató de olvidar, sin lograrlo, la “curiosidad turística”. Mientras tanto en el ZOOLÓGICO DE LOS FEOS, para entretenerlos, no les pasaban películas con hermosos actores, sino el documental “La estética de lo horrible” con los cuadros de Basquiat.





Gorgona     hacia 500 a.C.

 

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