Sin palabras Buenos Aires año 1852. Joaquina Xímenez envuelta en sombras. Recostada sobre los almohadones de la cama en la habitación de austero decorado, de ventanas cerradas y cortinas corridas que niegan el paso de la última luz de la tarde. Joaquina está cansada, con un cansancio que solo acabará con su muerte. Las sombras se mueven y dibujan una escena. La escena está grabada en la mente de Joaquina, y en sus ojos. Mientras viva la verá y recordará la fecha, 18 de agosto de cuatro años atrás. Una pareja de poco más de veinte, ella encinta, frente a un pelotón de fusilamiento. No hubo proceso, ni juicio, ni defensa, ni audiencia. La horrible fantochada irrumpe. Un cura da de beber a la joven agua bendita para salvar el alma del que está en su vientre, salvarla del Limbo. Apoteosis del crimen atroz. ¿Dónde, si existe, la misericordia de la Iglesia? Un sacerdote reconoció al que había dejado los hábitos por amor puro, y lo denunció. El padre de la que espera un niño, corrió hasta su
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Judit decapitando a Holofernes cuadro de Artemisia Gentileschi Las ideas juegan con las gotas de lluvia Las cinco de la tarde. Desde mi habitación de confinamiento miro a través de la puerta vidriera caer la lluvia silenciosa y otoñal sobre el jardín y la calle, ausente de personas. Me distraigo porque la observo, esperando que cada gota me dibuje una idea. Sin embargo, comienzo a escribir el cuento para el taller de literatura. Tiene que iniciarse con el disparatado fragmento que pergeñé en clase con palabras que comiencen con la letra D: dócilmente Delia daba delicias diluidas en decilitros de delicados y diferentes dosajes de dulces dátiles, decantadas por décadas en diseñados dédalos decimonónicos. No sé cómo seguir. ¿Qué hago con los decilitros? Al alcance de mi mano, sobre el escritorio, está abandonado el libro de arte. Lo abro al azar. Aparece el cuadro de Artemisia Gentileschi “Judit matando a Holofernes”, borracho total por haber bebido innumerables
Los insomnes escuchan radio Julio Lemos llegó a la emisora municipal FM “Noticias verdaderas” donde se encargaba de transmitir el programa de madrugada “ Los insomnes”. Era la una y veinte. Faltaban diez minutos para comenzar. Gervasio Gálvez, el operador, estaba preparado. Siempre lo escuchaba un grupo de oyentes insomnes. Interactuaban: Julio o uno de ellos proponía una consigna y la comentaban. Julio no había pensado nada y esperaba que alguno lo hiciera. Un oyente, que dijo llamarse Javier, propuso que entre los escuchas elaboraran un cuento policial. Dijo, además, que era la primera vez que participaba. Sin embargo Julio creyó reconocer la voz… o tal vez le pareció. Varios oyentes se comunicaron con la radio, dijeron que era una idea brillante. Pasarían una noche entretenida, y tal vez misteriosa. Julio estuvo de acuerdo. ─ ¿Qué tipo de cuento policial hacemos?─ preguntó Ana─ ¿del género clásico o el policial negro? ─ Como buenamente nos sal
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