EL MANUSCRITO

 Mi gato y el manuscrito

Mi gato me despertó a las cinco de la madrugada… ¿o las cinco de la tarde?   Hace tal vez diez años. Estaba en mi cama. No podía dilucidar en qué tiempo, en qué día, en qué año me despertó mi gato. Había hecho algo… ¿qué?... ¿en qué momento?... ¿cuándo? La confusión me impedía razonar. Solo, ni mi padre ni mi madre estaban, ni mi hermano pequeño. Partieron.

    Poco a poco fui recordando. Desde el origen.  

 

    En el pre nacimiento mi alma se encontraba con muchas otras en un lugar lejanísimo de una galaxia que los astrónomos no han logrado ubicar.

   Un ser inescrutable ordena a cada una, en un momento infinitesimal,  el viaje a la Tierra para habitar en algún ser humano con mayor o menor suerte. Mi alma fue ubicada en un útero que no elegí provocado por un espermatozoide que tampoco elegí. Largos meses de oscuridad en un ámbito acuoso. Luego el horrible pasaje por un estrecho pasadizo. Todavía escucho mis gritos. Nunca pude atravesar un pasillo angosto sin sentir angustia y terror. Cierta vez llegué  a vomitar.

     Sí, yo recuerdo  mi existencia como alma anónima. Nada se borra de mi inconsciente.

  

   Me declararon inimputable. Vivo en el Hospital Psiquiátrico desde hace diez años. Me consideran peligroso. Estoy aislado. Mejor, detesto toda compañía.

 Me sedan continuamente, o intentan hacerlo, hay formas de evitarlo.

  Soy el paciente de la habitación 35.

Escribo a mano en hojas que me trae el médico, dice que escribir es una buena terapia. A veces le doy a leer algunas hojas, con la condición de que no se las dé a nadie. Le digo que quiero escribir una novela. Solo él puede leer mi manuscrito,  porque solo él entiende mi letra.

 

     El señor fiscal dice

─ He solicitado al juez reabrir la causa del paciente de la habitación 35.

     El médico psiquiatra pregunta por qué.

El señor fiscal dice que el paciente de la habitación 35, según estudios realizados por médicos ─ no usted ─ ha dado  pruebas de poseer un razonamiento lógico impecable, además de distinguir la naturaleza de los actos, propios y ajenos.

     Y agrega

     ─ Los enfermeros han encontrado numerosas hojas escritas a mano escondidas en el tapizado del asiento descosido de la silla. Les llamó la atención que nunca se levantaba de la silla cuando estaban ellos.

 Dijeron que era imposible entender la letra.

     También dice:

     ─ Solicitaré la entrega de ese manuscrito.

     El médico psiquiatra le explica que el paciente de la habitación 35 no quiere mostrar sus escritos. Son borradores de una novela a la que  aspira publicar algún día.

     El señor fiscal dice que sabe que él, el médico psicoterapeuta, ha tenido acceso al manuscrito.

     ─ Es secreto profesional ─, contesta secamente el psiquiatra.

Insiste el señor fiscal:

     ─ ¿En esos escritos,  describe lo que pasó?

     ─ Solo es ficción. Ficción que nadie podría creer que fuese real, que haya sucedido o pueda suceder.

El señor fiscal dice que de todas maneras el juez puede exigir su entrega.

     ─ Es propiedad del paciente de la habitación 35. Es su creación literaria y forma parte de su tratamiento.

     El señor fiscal intencionadamente dice que usted, doctor, defiende ostensiblemente a este paciente, que, además, produce un gran gasto al Servicio de Salud. Observo, también, que ahora es un hombre guapo, a pesar de la barba que se dejó crecer… y usted  lo visita asiduamente…

     ─ ¿Qué insinúa, señor fiscal? ─ molesto, el médico lo increpa.

     ─ Nada. Usted interpretó…

     ─ El sentido de sus palabras es responsabilidad suya.

     ─Traeré la orden del juez ─, dice el señor fiscal. Se va.

 

     Cambio el escondite. Ahora  escribo otro capítulo “Desaparición de un médico del hospital psiquiátrico”. Esta mañana solicité verlo. Tenemos la misma talla. Después de tantos años conozco perfectamente los reglamentos del hospital. También el edificio. Y al personal que no me identifica. Me rasuro la barba. Me visto con su ropa y la bata blanca que ya no vestirá.  

     Saludo al encargado de la vigilancia como él lo hace ... o hacía.

     Mi gato me espera. Él conoce todo. Él merece vivir

     Salgo del hospital.

  

     No obstante, la búsqueda de las palabras, aunque a veces nos son ajenas, huidizas, fugaces, inalcanzables, inaudibles, inefables, insoportables… también destructivas.

 

     Llevo el manuscrito bajo la camisa cubierta con la bata.














Comentarios

  1. Gracias Beatriz por introducimos en tu mundo.Real o imaginario? Leer fue sobrevolar en mí avioncito de sensaciones,que tengo escondido también,pero nadie lo sabe,por sobre hojas de papel aún en blanco.

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  2. Gracias Beatriz por hacer q el mundo sea un poco menos aburrido y monótono regalando tu literatura desde la generosidad de tu creación.

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  3. Q fantástica literatura!!!! Un mundo complejo y oscuro descripto con maestría.

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